jueves, 7 de diciembre de 2006

Catátrofes naturales: la sequía

Las catástrofes naturales: la sequía

Derivado del latino siccus (seco, sin lluvia), expresa la ausencia o escasez de lluvia durante un periodo prolongado, no inferior a dos años, que origina multitud de daños y, en ocasiones, dificultades para el abastecimiento de agua de boca. No existe una definición de sequía de alcance y validez general, dado que el término posee acepciones varias en función de sus causas, espacio geográfico y actividad económicas afectadas; en este sentido , se habla, por ejemplo, de sequía agrícola o sequía hidrológica y meteorológica. Esta última obedece a la sucesión, con frecuencia superior a la normal, de situaciones atmosféricas que inhiben las precipitaciones.
Catátrofes naturales: la sequía

Determinadas regiones se hallan, por uno u otro motivo, particularmente expuesto al riesgo natural de las sequías. Célebres y terribles son las padecidas en el Sahel, limítrofe con el inmenso desierto sahariano, vinculado esencialmente, sin que falten otros factores, a la subsidencia subtropical, mecanismo asimismo responsable del verano seco y, casi siempre, de las sequías en la cuenca mediterránea y su entorno. Durísimas son las sequías que esporádicamente azotan a la región del Ceará, en el noreste de Brasil, según parece por la instalación, durante un periodo sostenido, de mecanismos de divergencia en superficie. Con fases negativas de la Oscilación Austral, episodios cálidos acusados y ENSO o ENOS intenso, se producen sequías en territorio australiano. A veces, incluso, en los ámbitos monzónicos indio y chino, el monzón de verano muestra una eficacia pluviométrica muy por debajo de la habitual. Tampoco las llanuras centrales de Estados Unidos resultan ajenas al riesgo de las sequías, con un episodio tan conocido como la sonada Dust Bowl, de los años treinta, en plena crisis económica.

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martes, 5 de diciembre de 2006

Catástrofes naturales y obras hidráulicas

Las catástrofes naturales y las obras hidráulicas

Diluvios y, sobre todo, sequías han acicateado proyectos y realizaciones hidráulicas para conjurar o al menos, atenuar las consecuencias de estos riesgos. En el sureste ibérico, las peores sequías han resultado, muchas veces decisivas para la ejecución de obras hidráulicas controvertidas y costosas, como la construcción de la tercera presa de Puentes, tras la seca de 1875-79 y la célebre inundación de “Santa Teresa”, la peor de que hay en la cuenca del Segura, el 14-15 de octubre de 1879. Recordemos asimismo el comienzo del canal principal del Taibilla en 1932, agravado el problema de abastecimiento urbano de agua en la zona por una severa sequía, o el inicio de las obras del acueducto Tajo-Segura en 1968, luego de un periodo de intensa sequía en la cuenca del Segura. En el verano de 1978, fue necesario abastecer Benidorm desde Alicante, mediante buques-cisterna, a principios del seco sexenio de 1978-84, que impulsó la creación de la espléndida realidad del consorcio de Aguas de la Marina Baja para garantizar el suministro urbano a través del aprovechamiento conjunto e integral de los recursos hídricos.

Destaquemos, por último, en relación a la sequía de 1992-95, la importante ley 46/1999, de 13 de diciembre, en cuya exposición de motivos figura un párrafo tan expresivo como el siguiente:”… la experiencia de la intensísima sequía padecida por nuestro país en los primeros años de la década final de este siglo, impone la búsqueda de soluciones alternativas, que…permitan…incrementar la producción de agua mediante la utilización de nuevas tecnologías, otorgando rango legal al régimen jurídico de los procedimientos de desalación o de reutilización…”. No existe, pues, la menor duda del alto condicionamiento de decisiones hidráulicas e hidrológicas por los episodios de sequía, sin olvidar presas y otras obras construidas para defensa de avenidas fluviales e inundaciones.

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lunes, 4 de diciembre de 2006

Catástrofes naturales: sequías

Las catástrofes naturales: sequías o las secas

Ningún espacio de la península ibérica es ajeno al riesgo de sequías, si bien éstas registran máxima frecuencia, duración más prolongada y mayor intensidad en la región climática del sureste, que engloba parte de las tierras alicantinas, murcianas y almerienses. Actas capitulares, memoriales, expedientes de rogativas, libros de diezmos, cuentas de agua, anales hidrológicos, crónicas y otras variadas fuentes proporcionan multitud de noticias sobre las frecuentes sequías en dicho ámbito, donde se las conoce por “secas”. Para el mismo, las series estadísticas muestran la rareza de una década sin “seca” más o menos amplia y acusada.

La elevada exposición a este riesgo natural resulta de un conjunto de condicionamientos y mecanismos climáticos; a la cabeza, unas coordenadas geográficas que implican, en latitud, vecindad de la subsidencia subtropical y alejamiento de las trayectorias habituales de la corriente en chorro templada, que articula las borrascas atlánticas; y, en cuanto a longitud, el carácter de sotavento oriental cara a la circulación general del oeste. A este distanciamiento longitudinal se suma el cierre montañoso que impone las sierras de Cazorla, Segura, La Sagra, Taibilla, Alcaraz y Calar del Mundo a los vientos del noroeste, mientras hace otro tanto, el grandioso edificio de Sierra Nevada con ponientes y garbinos. Recordemos igualmente la proximidad del desierto sahariano, inmenso hogar de aire tropical continental, masa ésta que, por lo general, merced a advocaciones meridianas o la presencia en altitud de crestas subtropicales o anchas dorsales protectoras de aire cálido, inhibe las precipitaciones. Tampoco el trazado de la costa, como sucede al sur del cabo de La Nao, deja de ser condicionamiento negativo de las precipitaciones en determinados casos.

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domingo, 3 de diciembre de 2006

Catástrofes naturales: Tornados

Las catástrofes naturales: Tornados

Derivada del verbo tornar, el nombre se aplica a la forma de trompa o embudo que adopta la porción inferior de una nube de fuerte desarrollo vertical, un gigantesco cumulonimbo, donde el viento torna o gira a enorme velocidad. Vocablo de origen español, debió ser sustantivado por los colonizadores en el virreinato de Nueva España (México) del cual fue parte el actual estado de Texas, donde el fenómeno resulta frecuente. La perturbación sobre superficie marina se denomina tromba, trompa, bomba o manga.

De dimensiones muy inferiores a los ciclones tropicales, huracanes o tifones, pueden registrar, sin embrago, descensos de presión más acusados (con récord de 813 mb) y vientos a las mayores velocidades conocidas en la superficie terrestre, con máximos entre 400 y 500 km/h. En 1971, Fujita y Pearson propusieron una clasificación de tornados basada en la apreciación subjetiva de los parámetros de velocidad del viento, recorrido y anchura del tornado, con valores extremos de más de 110 km/h a 410-500, 1 nilla terrestre (1,60935 km) a 315, y anchuras de 16,5 km a 5 km. Los tornados son fenómenos locales de duración efímera; por término medio, unos 10 minutos, aunque algunos persisten varias horas. Se suelen producir en familias (brotes); unos se mueven lentamente, otros alcanzan 200 km/h. Sin que falten excepciones, sus recorridos varían entre 10 y 100 km, con diámetros o anchuras de 0,1 a 2 kilómetros.

La singular capacidad destructiva del tornado resulta de un triple mecanismo: enorme velocidad del viento, brutales contrastes de presión y succión de extraordinaria violencia. Se desarrollan, principalmente, en latitudes medias, y el sector planetario más afectado es el denominado “callejón de los tornados” en el sector central de Estados Unidos, que sufre entre 800 y 1200 tornados al año.

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sábado, 2 de diciembre de 2006

Catástrofes naturales: Oscilación Austral

Las catástrofes naturales: Oscilación Austral

Walker y Bliss denominaron en, 1932, Oscilación Austral (Southern Oscillation) a un hecho climático de escala planetaria, caracterizado, entre otros rasgos, por el balance de la diferencia de presión atmosférica entre los océanos Índico y Pacífico; así pues, escogieron, como referencia definitoria, la alternación del campo de presión, subrayando, al mismo tiempo, la extraordinaria complejidad del fenómeno. Éste fue detectado, la década precedente, cuando Sir Gilbert Walker (1924), a la sazón director del servicio meteorológico inglés de la India, que intentaba prever la fecha de comienzo y la intensidad del monzón indio de verano, al correlacionar datos barométricos, observó que una variación significativa de presión en el Pacífico se correspondía con otro de signo opuesto en el Índico.

Para cuantificar esa relación, el propio Walker propuso el llamado el llamado Índice de la Oscilación Sur (SOI), que muestra la diferencia de presión atmosférica, normalizada a nivel de mar, entre Tahití y Darwin (Territorio del Norte, Australia); el Índice resulta positivo cuando la diferencia entre ambos registros excede el valor normal, y negativo si inferior a éste.

El Ciclo de la Oscilación Austral incluye dos episodios contrarios, y , también, de entidad y repercusiones bien diferentes. En efecto, la fase positiva, es decir, el episodio frío, conocido también por “La Niña”, “Anti-Niño” o “Contra-Niño”, puede considerarse, simplificando, como una situación de normalidad prolongada y reforzada, sin sucesos meteorológicos excepcionales excepcionales, aunque se acentúen algunos de ellos. Todo lo contrario ocurre con una fase negativa acusada, episodio cálido fuerte de ENSO intenso (como los de 1982-3 y 1997-98), con aguaceros torrenciales, riadas y diluvios en el desierto chileno-peruano, así como, mediante las llamadas teleconexiones, sucesos anómalos o infrecuentes a miles de kilómetros de distancia (diluvios, sequías, grandes brotes de tornados o mayor incidencia de ciclones tropicales, entre otros).

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martes, 7 de noviembre de 2006

Catástrofes naturales: Enso o Enos

Catástrofes naturales: Enso o Enos

Esporádicamente, el desierto chileno-peruano, prototipo de región hiperárida, entre las más secas de la Tierra, conoce temperaturas superiores a las acostumbradas, lluvias torrenciales, fulminantes avenidas y pavorosas inundaciones, es decir, una amplia e intensa mudanza ambiental, con repercusiones mortíferas para la cadena trófica, de peces y aves acuáticas, cuyo primer eslabón es el planctón nutrido por la corriente de Humboldt. En dicha situación, “El Niño” ya no es tal, ni siquiera Hércules, más bien Neptuno y Eolo coligados para perturbar, no se sabe de qué manera y hasta dónde, mar y atmósfera.

El problema no se circunscribe a que las aguas cálidas excedan, con mucho, los límites de espacio y tiempo habituales, alcanzando Valparaíso (33º) y permaneciendo más de un año, con gravísimas secuelas biológicas y económicas; va mucho más allá. Una interacción compleja océano-atmósfera, cuyo funcionamiento y conexiones distan mucho de ser bien conocidas en su totalidad, desbordaría, hipotéticamente, el ámbito del Pacífico Tropical, para proyectarse sobre otros océanos y la zona de circulación general del oeste. Se trata, en suma, del fenómeno conocido por la sigla o acróstico “ENSO”, acuñada por Rasmusson y Carpenter, en 1982, a raíz, de un episodio muy intenso de esta naturaleza, para abreviar la expresión “El Niño”- Southern Oscillation; su traducción española, empleada en Iberoamérica, es la de ENOS, es decir, “El Niño” y la Oscilación del Sur.

Cuestión esencial es la de averiguar qué relación media entre el ENSO y otros sucesos meteorológicos extremos e insólitos acaecidos, simultáneamente, en áreas muy distantes de nuestro planeta. Algunas teleconexiones no ofrecen dudas, pero muchas de las barruntadas no pasan aún de meras conjeturas, pendientes de una verificación concluyente.

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sábado, 4 de noviembre de 2006

Catástrofes naturales: El Niño

Catástrofes naturales: El Niño

Desde el bienio 1997-98 “El Niño” ha sido noticia frecuente, responsabilizado de múltiples desastres meteorológicos, tales como devastadoras inundaciones, prolongadas e intensas sequías, brotes de tornados o mayor frecuencia de ciclones tropicales. Por ello, no puede extrañar que el gran público impresionado por imágenes dantescas y sobrecogedoras, acabe preguntándose quién ha tenido la ocurrencia de poner ese nombre a un mecanismo, al parecer tan destructivo y ubicuo, con supuestas teleconexiones.

Sin embargo, la denominación no obedece a un rasgo de humor, es tan sólo reflejo de una época: los navegantes, exploradores y conquistadores castellanos llamaron “El niño” a una corriente marina cálida, en general débil, que alcanza el litoral meridional de Ecuador y el septentrional de Perú por Navidad; de ahí el nombre. Dicho nombre costero, al igual que un sector del litoral chileno, está bañado habitualmente por la corriente de Humboldt o del Perú; la contracorriente de “El niño” reemplaza, unos meses, las aguas frías de aquélla. Este calentamiento oceánico no sobrepasa la costa peruana septentrional, y luego, para marzo-abril, retorna la corriente de Humboldt. Así concluye, comúnmente el ciclo anual. Como conclusión inmediata: si a eso se reduce “El Niño”, no cabe achacarle catástrofes meteorológicas en medio mundo; en cambio sí parece que podrían relacionarse con otro fenómeno, el denominado “ENSO” o “ENOS”.

Así pues, el episodio cuyas vastas implicaciones atraen el interés de muchos investigadores no es “El Niño”, sino el conocido por “ENSO” o “ENOS”, donde aquél es mínimo ingrediente de una fase con elevado valor negativo de la Oscilación Austral, en una colosal y compleja interacción océano-atmósfera. En consecuencia, debe llamarse “ENSO” o “ENOS” a este hecho de singular trascendencia; y, a la par, reservar la denominación de “El Niño” a la situación que, por su alta frecuencia y moderadas repercusiones meteorológicas, puede tenerse como común o regular, evitando así una metonimia o transnominación generalizada e inadmisible.

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domingo, 29 de octubre de 2006

Gota fría

La gota fría

Pocas expresiones meteorológicas gozan de la difusión alcanzada por la “gota fría” en la vertiente mediterránea española, por más que un tercio de siglo atrás resultase completamente desconocida. Es de notar, al respecto, que, con el precedente de las catastróficas inundaciones de 19 de octubre de 1973, ocasionadas, éstas sí, por un proceso de “gota fría”, se ha producido a lo largo de la fachada mediterránea española, desde la década de los ochenta, pródiga en riadas, una sinonimia errónea, y a todas luces improcedente, entre “gota fría” y aguacero copioso de gran intensidad horaria. Y en modo alguno es así: la presencia de una “gota de aire frío”, en la acepción prístina de Scherhag, creador del concepto a finales de los años treinta del siglo XX, no implica necesariamente el segundo, ni éste tiene, obligadamente, por causa a aquélla. Se trata, en suma, de un concepto, el de “gota de aire frío” que en España, y sobre todo en sus fachadas este y sureste, ha conocido, merced a los medios de comunicación, un singular arraigo entre el gran público, en serio detrimento de su precisión.

En esencia, una “gota de aire frío” consiste en una depresión fría marcada en las troposferas media y superior e inexistente o apenas dibujada en la inferior. Para que una “gota fría” origine un diluvio es menester la conjunción de una serie de condiciones. La aludida situación de 19 de octubre de 1973 combinó la práctica totalidad de agravantes: en superficie, aire muy inestable y húmedo, con largo recorrido sobre el mediterráneo y disparo en la vertical merced a la convección forzada impuesta por las alineaciones montañosas litorales y prelitorales, así como por la convergencia debida a la presencia de una pequeña y poca profunda borrasca en el mar de Alborán. El fuerte ascenso del aire, con génesis de cumulonimbos de 9-10 Km en la vertical, vino propiciado por el embolsamiento de aire frío, de -24ºC, a 5500 m de altitud, y la instalación de un mecanismo de divergencia a esos niveles. Las precipitaciones fueron fortísimas en las cuencas fluviales susodichas, sobresaliendo, entre las registradas, la localidad almeriense de Zugena, que recogió 600 mm en tan sólo tres horas, con la particularidad de que 420 mm cayeron entre las 13 y 14 horas de ese 19 de octubre.

Con todo, ha de destacarse que los mecanismos capaces de proyectar aire muy inestable y con elevada humedad específica hasta el límite de la troposfera son varios y no se limitan a los procesos de “gota fría”. Han de recordarse, cuando menos, depresiones aisladas en altitud, vaguadas retrógradas o meridianas, sistemas convectivos de mesoscala o determinados anafrentes fríos.

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jueves, 26 de octubre de 2006

Rosa náutica del Mediterráneo

Rosa náutica del Mediterráneo

Con el precedente de la rosa náutica cuya simbología fue esculpida en las fachadas de la célebre y desaparecida Torre de los Vientos en Atenas, los nombres actuales de los ocho vientos principales de la rosa mediterránea, tan básica y familiar para los marineros, regatistas y pescadores de este mar, son de origen latino o, en algún caso, árabe. Para comprender las designaciones romanas, es de notar que éstos eligieron como punto de convergencia de rumbos o centro de la rosa la costa meridional de Creta, por considerar que la isla quedaba en el centro del Mare Nostrum.

El viento norte recibe la denominación de tramontana, ya que viene de más allá de las montañas que cierran el borde septentrional del Mediterráneo. Gregal es el viento del noreste, originario del ámbito griego, es decir, del Mar Egeo, mientras el levante procede del este, donde en su movimiento aparente, y en realidad por la rotación terrestre, nace o se levanta cada día el sol. Rumbo sureste es el del siroco o jaloque (xaloc en las costas valencianas, catalanas y baleares); la etimología originaria es Syriacus, que hace referencia a Siria desde Creta. Para el viento del sur se emplean, inditintamente, los nobres de africano, ostro o mediodía. Por idéntico motivo al indicado para el levante, el viento del oeste es el poniente, por donde, en su movimiento aparente, se acuesta, encuentra su ocaso o se pone elsol.

Del suroeste llega el lebeche o garbino, voces ambas de origen árabe. Vuelve a resultar imprescindible el recuerdo de Creta para explicar las designaciones de mistral, minstral, maestral o maestro aplicadas al viento del noroeste, ya que al noroeste de la isla queda Roma, capital del imperio y “maestra de gentes” (magistra gentium). El mistral es terrible, ya que en ocasiones, por el triple efecto catabático, de gradiente horizontal de presión, y tobera sopla con las fuerzas más elevadas de la escala Beaufort, motivando mar arbolada, montañosa o, incluso, de gravísimo peligro. Este viento del noroeste, canalizado por el valle del Ebro, recibe el nombre regional de cierzo.

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miércoles, 25 de octubre de 2006

Casa de la Primavera

Con la denominación de “Casa de la Primavera” aplicada a las tierras alicantinas litorales y prelitorales al sur del cabo de La Nao, el escritor Wenceslao Fernández Flores quiso significar el acusado predominio de dias soleados y con temperaturas gratas en los meses de otoño e invierno. Al sur del paralelo 38º45 N, estas tierras ocupan una posición periférica y meridional en la zona de circulación general del oeste. Ninguno de los mecanismos climáticos que interaccionan en este ámbito posee una proyección equiparable a la de la subsidencia subtropical, no sólo como causa primordial del máximo de Azores sino también por su responsabilidad capital en las más intensas y prolongadas sequías, así como en la escasez estival de precipitaciones. De resaltar es asimismo la marcada condición de sotavento del espacio considerado, al socaire longitudinal de la influencia atlántica, cuyo debilitamiento en dicha área agrava aún más el relieve; en efecto, al alejamiento de aquel océano se suma el cierre montañoso que imponen las sierras subbéticas a los vientos del noroeste, mientras hace otro tanto el grandioso edificio de Sierra Nevada con ponientes y garbinos.

De destacar es también, por el elevado calor específico de las aguas marinas, el papel térmico del Mediterráneo, que contribuye a dulcificar las temperaturas de otoño e invierno en el espacio considerado. Fruto de todo ello son medias anuales superiores a 18ºC, con veranos calurosos (julio o agosto en torno a 26-27ºC e inviernos suaves, con una media para el más fresco, habitualmente enero, superior a 8ºC, con valores de 11 a 13 ºC en el litoral; no hay, pues, invierno térmico, tal y como atestiguan las máximas y mínimas medias para dicha estación, con cifras respectivas de 17,3 y 6,7ºC en Alicante, muy raramente, y no todos los años, el termómetro desciende de 0ºC en la franja costera, y tampoco se prodigan valores negativos en las tierras prelitorales.

La referencia al confort climático de estas tierras quedaría incompleto sin mencionar el aspecto habitual del cielo, es decir, débil nubosidad, ya que el número de días despejado duplica al de cubiertos; la media de horas de sol al año no baja de 2.800, y pasan de 1.100 entre octubre y marzo, con máximo de 340 en julio, y mínimo, notoriamente alto, de 175 en diciembre.

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sábado, 21 de octubre de 2006

Rogativas meteorológicas

El territorio prototípico de rogativas meteorológicas ha sido, y es, la región climática del sureste ibérico, por su régimen pluviométrico extremadamente irregular y contrastado, que combina intensas y prolongadas sequías con lluvias torrenciales; de ahí que las rogativas posean motivaciones opuestas: unas pro pluvia o ad petendam pluviam, para impetrar la lluvia, y otras, pro serenitate, para pedir que se serene el tiempo y cese de diluviar; más frecuentes, no obstante, las primeras que las segundas. Las peores sequías de los siglos XVIII a XX han permitido documentar, con todo lujo de detalles, las rogativas pro pluvia realizadas por entonces en las sedes episcopales de Murcia y Orihuela, así como en las ciudades de Alicante y Lorca, entre otras.

Para el sureste ibérico, cuando aún no se disponía de datos meteorológicos suficientes, es posible establecer la gravedad y duración de una sequía atendiendo exclusivamente a la información sobre rogativas, ya que, en función del nivel de la rogativa – y se distinguen, al menos, seis -, percibimos, con exactitud suficiente, cuál era el grado de angustia y desesperación, merced a los intercesores o a que se practicase, incluso, una reunión de intercesores. Como la celebración de rogativas públicas implicaba la solicitud de las mismas por las autoridades civiles a las eclesiásticas, cuando las relaciones entre ambas eran tensas, tal y como ocurrió bajo la dictadura revolucionaria de Mendizábal, regencia de Espartero y bienio progresista, períodos todos ellos con disposiciones desamortizadoras, faltan aquéllas en presencia de durísimas y prolongadas sequías. Agobiada por la sequía la cuenca del Segura, la última rogativa ad petendam pluviam tuvo lugar el 9 de septiembre de 2006, sirviendo de retablo el grandioso frontis de la catedral de Murcia.

Bastantes menos numerosas que las rogativas de sequía han sido, en el transcurso de los siglos, las pro serenitate, con algunos rituales perfectamente establecidos en las áreas más afectadas por las inundaciones, particularmente en la Vega Baja del Segura. La propia existencia de este tipo de rogativas constituye prueba evidente de que, contra una afirmación bastante generalizada y, sin embargo, errónea, el “mal tiempo” en el sureste ibérico no es efímero, sino infrecuente.

viernes, 20 de octubre de 2006

Confort climático en la región de Murcia

Referentes esenciales del confort climático en las tierras costeras y prelitorales de la región de Murcia son predominio muy acusado de buen tiempo, con elevada insolación y benignidad térmica de los meses otoñales e invernales. Sin necesidad de incurrir en la exageración retórica de costa, para quien “regiones hay como la de Murcia, apellidada el serenísimo reino, donde pasan años sin que se vea una sola nube”, resulta bien patente que en este espacio no menudean los días con precipitación ni de cielos cubiertos, prima, por el contrario el llamado “buen tiempo”. Las precipitaciones son parvas, y siempre inferiores a los 400 mm anuales, y los días en que se producen también ya que no exceden, en los observatorios menos desfavorecidos, de medio centenar; menudean, por contra, los días despejados y sin apenas nubosidad: Lorca es la “ciudad del sol” en el “serenísimo reino de Murcia”.

El régimen térmico conjunta, sobe todo, los efectos de la latitud (Murcia,38ºN), escasa nubosidad y elevada insolación, sin olvidar para los sectores costeros, la incidencia térmica de las aguas mediterráneas. Fruto de todo ello resultan medias anuales superiores a 18º C, con veranos calurosos (julio-agosto, en torno a 26-27ºC) e inviernos muy suaves, con una media para el mes más fresco, habitualmente enero, superiores a 8ºC, con valores de 11 a 13ªC en el litoral; no hay, pues invierno térmico en la franja costera, tal y como atestiguan las máximas y mínimas medias para dicha estación, con cifras respectivas en torno a 17 y 7ºC; muy raramente, y no todos los años, el termómetro desciende de 0ºC en la costa, y tampoco se prodigan valores negativos, aunque ocasionalmente puedan dañar los cultivos, en las tierras prelitorales. En definitiva, un gran potencial energético, que no sólo es calorífico sino también lumínico; el promedio anual de horas de sol es del orden 2.900, con máxima de 340 en julio y mínimo de 181 para diciembre, sumando 1.170 de octubre a marzo, lo que representa una insolación privilegiada en otoño e invierno.

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