jueves, 7 de diciembre de 2006

Catátrofes naturales: la sequía

Las catástrofes naturales: la sequía

Derivado del latino siccus (seco, sin lluvia), expresa la ausencia o escasez de lluvia durante un periodo prolongado, no inferior a dos años, que origina multitud de daños y, en ocasiones, dificultades para el abastecimiento de agua de boca. No existe una definición de sequía de alcance y validez general, dado que el término posee acepciones varias en función de sus causas, espacio geográfico y actividad económicas afectadas; en este sentido , se habla, por ejemplo, de sequía agrícola o sequía hidrológica y meteorológica. Esta última obedece a la sucesión, con frecuencia superior a la normal, de situaciones atmosféricas que inhiben las precipitaciones.
Catátrofes naturales: la sequía

Determinadas regiones se hallan, por uno u otro motivo, particularmente expuesto al riesgo natural de las sequías. Célebres y terribles son las padecidas en el Sahel, limítrofe con el inmenso desierto sahariano, vinculado esencialmente, sin que falten otros factores, a la subsidencia subtropical, mecanismo asimismo responsable del verano seco y, casi siempre, de las sequías en la cuenca mediterránea y su entorno. Durísimas son las sequías que esporádicamente azotan a la región del Ceará, en el noreste de Brasil, según parece por la instalación, durante un periodo sostenido, de mecanismos de divergencia en superficie. Con fases negativas de la Oscilación Austral, episodios cálidos acusados y ENSO o ENOS intenso, se producen sequías en territorio australiano. A veces, incluso, en los ámbitos monzónicos indio y chino, el monzón de verano muestra una eficacia pluviométrica muy por debajo de la habitual. Tampoco las llanuras centrales de Estados Unidos resultan ajenas al riesgo de las sequías, con un episodio tan conocido como la sonada Dust Bowl, de los años treinta, en plena crisis económica.

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martes, 5 de diciembre de 2006

Catástrofes naturales y obras hidráulicas

Las catástrofes naturales y las obras hidráulicas

Diluvios y, sobre todo, sequías han acicateado proyectos y realizaciones hidráulicas para conjurar o al menos, atenuar las consecuencias de estos riesgos. En el sureste ibérico, las peores sequías han resultado, muchas veces decisivas para la ejecución de obras hidráulicas controvertidas y costosas, como la construcción de la tercera presa de Puentes, tras la seca de 1875-79 y la célebre inundación de “Santa Teresa”, la peor de que hay en la cuenca del Segura, el 14-15 de octubre de 1879. Recordemos asimismo el comienzo del canal principal del Taibilla en 1932, agravado el problema de abastecimiento urbano de agua en la zona por una severa sequía, o el inicio de las obras del acueducto Tajo-Segura en 1968, luego de un periodo de intensa sequía en la cuenca del Segura. En el verano de 1978, fue necesario abastecer Benidorm desde Alicante, mediante buques-cisterna, a principios del seco sexenio de 1978-84, que impulsó la creación de la espléndida realidad del consorcio de Aguas de la Marina Baja para garantizar el suministro urbano a través del aprovechamiento conjunto e integral de los recursos hídricos.

Destaquemos, por último, en relación a la sequía de 1992-95, la importante ley 46/1999, de 13 de diciembre, en cuya exposición de motivos figura un párrafo tan expresivo como el siguiente:”… la experiencia de la intensísima sequía padecida por nuestro país en los primeros años de la década final de este siglo, impone la búsqueda de soluciones alternativas, que…permitan…incrementar la producción de agua mediante la utilización de nuevas tecnologías, otorgando rango legal al régimen jurídico de los procedimientos de desalación o de reutilización…”. No existe, pues, la menor duda del alto condicionamiento de decisiones hidráulicas e hidrológicas por los episodios de sequía, sin olvidar presas y otras obras construidas para defensa de avenidas fluviales e inundaciones.

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lunes, 4 de diciembre de 2006

Catástrofes naturales: sequías

Las catástrofes naturales: sequías o las secas

Ningún espacio de la península ibérica es ajeno al riesgo de sequías, si bien éstas registran máxima frecuencia, duración más prolongada y mayor intensidad en la región climática del sureste, que engloba parte de las tierras alicantinas, murcianas y almerienses. Actas capitulares, memoriales, expedientes de rogativas, libros de diezmos, cuentas de agua, anales hidrológicos, crónicas y otras variadas fuentes proporcionan multitud de noticias sobre las frecuentes sequías en dicho ámbito, donde se las conoce por “secas”. Para el mismo, las series estadísticas muestran la rareza de una década sin “seca” más o menos amplia y acusada.

La elevada exposición a este riesgo natural resulta de un conjunto de condicionamientos y mecanismos climáticos; a la cabeza, unas coordenadas geográficas que implican, en latitud, vecindad de la subsidencia subtropical y alejamiento de las trayectorias habituales de la corriente en chorro templada, que articula las borrascas atlánticas; y, en cuanto a longitud, el carácter de sotavento oriental cara a la circulación general del oeste. A este distanciamiento longitudinal se suma el cierre montañoso que impone las sierras de Cazorla, Segura, La Sagra, Taibilla, Alcaraz y Calar del Mundo a los vientos del noroeste, mientras hace otro tanto, el grandioso edificio de Sierra Nevada con ponientes y garbinos. Recordemos igualmente la proximidad del desierto sahariano, inmenso hogar de aire tropical continental, masa ésta que, por lo general, merced a advocaciones meridianas o la presencia en altitud de crestas subtropicales o anchas dorsales protectoras de aire cálido, inhibe las precipitaciones. Tampoco el trazado de la costa, como sucede al sur del cabo de La Nao, deja de ser condicionamiento negativo de las precipitaciones en determinados casos.

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domingo, 3 de diciembre de 2006

Catástrofes naturales: Tornados

Las catástrofes naturales: Tornados

Derivada del verbo tornar, el nombre se aplica a la forma de trompa o embudo que adopta la porción inferior de una nube de fuerte desarrollo vertical, un gigantesco cumulonimbo, donde el viento torna o gira a enorme velocidad. Vocablo de origen español, debió ser sustantivado por los colonizadores en el virreinato de Nueva España (México) del cual fue parte el actual estado de Texas, donde el fenómeno resulta frecuente. La perturbación sobre superficie marina se denomina tromba, trompa, bomba o manga.

De dimensiones muy inferiores a los ciclones tropicales, huracanes o tifones, pueden registrar, sin embrago, descensos de presión más acusados (con récord de 813 mb) y vientos a las mayores velocidades conocidas en la superficie terrestre, con máximos entre 400 y 500 km/h. En 1971, Fujita y Pearson propusieron una clasificación de tornados basada en la apreciación subjetiva de los parámetros de velocidad del viento, recorrido y anchura del tornado, con valores extremos de más de 110 km/h a 410-500, 1 nilla terrestre (1,60935 km) a 315, y anchuras de 16,5 km a 5 km. Los tornados son fenómenos locales de duración efímera; por término medio, unos 10 minutos, aunque algunos persisten varias horas. Se suelen producir en familias (brotes); unos se mueven lentamente, otros alcanzan 200 km/h. Sin que falten excepciones, sus recorridos varían entre 10 y 100 km, con diámetros o anchuras de 0,1 a 2 kilómetros.

La singular capacidad destructiva del tornado resulta de un triple mecanismo: enorme velocidad del viento, brutales contrastes de presión y succión de extraordinaria violencia. Se desarrollan, principalmente, en latitudes medias, y el sector planetario más afectado es el denominado “callejón de los tornados” en el sector central de Estados Unidos, que sufre entre 800 y 1200 tornados al año.

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sábado, 2 de diciembre de 2006

Catástrofes naturales: Oscilación Austral

Las catástrofes naturales: Oscilación Austral

Walker y Bliss denominaron en, 1932, Oscilación Austral (Southern Oscillation) a un hecho climático de escala planetaria, caracterizado, entre otros rasgos, por el balance de la diferencia de presión atmosférica entre los océanos Índico y Pacífico; así pues, escogieron, como referencia definitoria, la alternación del campo de presión, subrayando, al mismo tiempo, la extraordinaria complejidad del fenómeno. Éste fue detectado, la década precedente, cuando Sir Gilbert Walker (1924), a la sazón director del servicio meteorológico inglés de la India, que intentaba prever la fecha de comienzo y la intensidad del monzón indio de verano, al correlacionar datos barométricos, observó que una variación significativa de presión en el Pacífico se correspondía con otro de signo opuesto en el Índico.

Para cuantificar esa relación, el propio Walker propuso el llamado el llamado Índice de la Oscilación Sur (SOI), que muestra la diferencia de presión atmosférica, normalizada a nivel de mar, entre Tahití y Darwin (Territorio del Norte, Australia); el Índice resulta positivo cuando la diferencia entre ambos registros excede el valor normal, y negativo si inferior a éste.

El Ciclo de la Oscilación Austral incluye dos episodios contrarios, y , también, de entidad y repercusiones bien diferentes. En efecto, la fase positiva, es decir, el episodio frío, conocido también por “La Niña”, “Anti-Niño” o “Contra-Niño”, puede considerarse, simplificando, como una situación de normalidad prolongada y reforzada, sin sucesos meteorológicos excepcionales excepcionales, aunque se acentúen algunos de ellos. Todo lo contrario ocurre con una fase negativa acusada, episodio cálido fuerte de ENSO intenso (como los de 1982-3 y 1997-98), con aguaceros torrenciales, riadas y diluvios en el desierto chileno-peruano, así como, mediante las llamadas teleconexiones, sucesos anómalos o infrecuentes a miles de kilómetros de distancia (diluvios, sequías, grandes brotes de tornados o mayor incidencia de ciclones tropicales, entre otros).

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