martes, 25 de septiembre de 2007

Gota fría y diluvio

Gota fría y diluvio

La expresión gota fría ha trascendido al gran público como sinónimo de diluvio, y no es así, en modo alguno. La gota fría no ocasiona necesariamente un aguacero copioso e intenso, ni éste tiene siempre por causa aquélla. Para que la gota fría comporte diluvio es preciso el concurso de otros factores: premisa indispensable, requisito imprescindible es la presencia en superficie de aire relativamente cálido y muy húmedo, rico en vapor de agua, es decir, en agua y energía latente, almacenadas en el proceso de evaporación. Es este aire el que permite la formación de gigantescas "nubes puestas en pie", colosales cumulonimbos, y alimenta precipitaciones muy abundantes y de elevada concentración horaria, abriendo "las cataratas del cielo". Además, en estas situaciones, la presencia, en superficie, de un extenso anticiclón tendido de oeste a este, favorece, en su cara meridional, el aflujo hacia la fachada este de España de aire procedente del Mediterráneo, que, en contacto con las tibias aguas de este mar, ha adquirido las características indicadas.

Como percutores del disparo de ese aire sumamente inestable en la vertical actúa habitualmente el relieve, en especial cuando el viento de componente este llega perpendicular, y con velocidad moderada, a las sienas litorales y prelitorales. Puede asimismo colaborar en ese proceso de disparo la existencia de un área localizada de rotación ciclónica de vientos en superficie. El ascenso se ve facilitado por la existencia de la gota fría, que permite a los cumulonimbos, generadores del diluvio, alzarse con desarrollos verticales de 10-11 km. La coincidencia de todos estos factores con la gota fría sí desencadena diluvios, enormes crecidas fluviales y desastrosas inundaciones.

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domingo, 23 de septiembre de 2007

Concepto gota fría

Gota fría, una expresión familiar

No es fácil encontrar en la vertiente mediterránea española persona adulta que no haya oído hablar de gota fría, justamente lo contrario de lo que ocurría un cuarto de siglo atrás, cuando dicha expresión no desbordaba los círculos especializados: basta acudir a las hemerotecas. Acuñado el concepto a finales de los años treinta del siglo pasado por el meteorólogo alemán Scherhag, en España se hablaría del fenómeno, pero en ámbitos muy reducidos, con ocasión de la trágica inundación de la ciudad de Valencia el 14-15 de octubre de 1957; y, más aún, como responsable de las mortíferas inundaciones en el sureste de la Península el 19 de octubre de 1973.

Con todo, el período decisivo serían los años ochenta, década pródiga en riadas para las cuencas del Júcar y Segura, se produjo desde entonces el paso de la locución al gran público, identificada plena y erróneamente con aguacero copioso y de gran intensidad horaria. Preciso es subrayar que ni todas las gotas frías, con máxima frecuencia los meses de enero y febrero, ocasionan diluvios, ni éstos tienen siempre por causa una gota fría. Para que "se abran las cataratas del hielo", es preciso el concurso de determinadas condiciones y factores, a los que nos referiremos en otra ocasión.

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viernes, 21 de septiembre de 2007

Ojo del huracán

El ojo del huracán

Cuando alguien se encuentra en situación de peligro inminente, se dice en sentido figurado que "está en el ojo del huracán" o, de modo más general, "está en el ojo del ciclón". Se trata de una alusión directa a la estructura de estos mínimos o depresiones muy profundas: los satélites meteorológicos proporcionan la imagen de una masa compacta de nubes, gigantescos cumulonimbos, con giro ciclónico en torno a una mancha o sector negro más o menos circular y relativamente pequeño; se trata del denominado "ojo del ciclón" u "ojo del huracán".

Al paso de la perturbación, viento y lluvia arrecian con violencia hacia su sector central, pero a la llegada de éste, como por ensalmo, se calma el viento, cesa la lluvia y se despeja el cielo; a este último efecto se debe, por el fuerte contraste de albedos, el color negro del "ojo del ciclón", área de viento subsidente. Así, tras el paso de la primera mitad del ciclón, se hace ocasionalmente la calma, si bien la tormenta estalla de nuevo, con enorme furia, en presencia de la mitad posterior, tras el breve paréntesis de bonanza, una hora más o menos, que corresponde al ojo del ciclón. Por ello, cuando alguien se ha librado de la primera acometida de un peligro o adversidad persistente, disfruta de una tranquilidad precaria, amenazada por la arremetida final.

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martes, 18 de septiembre de 2007

Zonas de ciclones

Zonas azotadas por ciclones

Un planisferio con las áreas afectadas por ciclones tropicales resulta muy elocuente. Dichas perturbaciones (huracanes, tifones, "tornados", baguíos, cordonazos, ciclones de Mauricio) nacen y se desarrollan, sobre los océanos, entre 5 y 20º de latitud, en las bandas de los alisios. Faltan en las proximidades del ecuador, donde la inexistencia de torbellino absoluto impide su formación; y también de latitudes subtropicales, donde motiva otro tanto la subsidencia subtropical. Ésta determina asimismo la disimetría entre las fachadas occidentales y orientales de los océanos, ya que en estas últimas aquélla, más intensa, las excluye. Requisito imprescindible es que, en el verano y otoño correspondientes, las isotermas marinas de superficie no registren temperaturas inferiores a 26º C, por ello, están ausentes del Atlántico Sur, de aguas menos cálidas.

El sector de mayor incidencia, una veintena de tifones entre junio-noviembre, es el noroeste del Pacífico; a continuación, Caribe y Golfo de México con seis por término medio, cifra también del Golfo de Bengala, y sólo un par en el Golfo de Arábigo; en el hemisferio austral, la media es de seis ciclones de Mauricio en el Índico Meridional, y sólo dos en el Pacífico Sur.

Es de notar que en el Atlántico septentrional, a favor de la corriente del Golfo, los huracanes, al aproximarse a las costas estadounidenses, se incurvan y, a veces, penetran en la zona de circulación general del oeste, y pueden retomar hacia el este convertiodos en profundas borrascas de estructura frontal, con vientos fuertes.

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lunes, 10 de septiembre de 2007

Nombres huracanes

Nombres de huracanes

Fueron los españoles quienes adoptaron primero un procedimiento para dar nombre propio e identificar a los huracanes que se sucedían cada temporada (junio a noviembre) en el Caribe, Golfo de México y Florida. Recurrieron al santoral, de manera que bautizaron, durante los siglos XVI a XIX, cada huracán con la festividad correspondiente al día en que se avistaba el ciclón: así, se llamaban huracán de Santiago, de Santa Ana, San Lorenzo, San Francisco, etc. Este sistema perduró en el área indicada hasta casi mediado el siglo XX.

No fue sino a finales del segundo conflicto mundial, hacia 1945, cuando los servicios meteorológicos de la Marina y Fuerza Aérea de Estados Unidos comenzaron a individualizar a los tifones del Mar de China y baguíos filipinos, es decir, a los ciclones tropicales de este amplio sector del Pacífico, con nombres femeninos, a partir de la letra A como inicial y por orden alfabético. Convertida USA en primera potencia mundial, el sistema se difundió ampliamente por las áreas afectadas, con la señalada excepción de los golfos de Bengala y Arábigo.

Hasta la inclusión de nombres masculinos en esa particular relación transcurrieron tres décadas, hasta 1978; dos años después, a petición de los meteorólogos cubanos, se sumaron a los nombres anglosajones los hispanos. Es de notar, por último, que los nombres de huracanes particularmente catastróficos (caso, por ejemplo, el Katrina), se archivan y no se vuelven a usar al menos, en veinte años.

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jueves, 6 de septiembre de 2007

Daños ciclones

Daños de los ciclones

Bajo distintos nombres (huracanes en el Caribe y Golfo de México, tifones en el Mar de China, tornados en el Golfo de Bengala,, baguíos en el archipiélago filipino, ciclones de Mauricio en el Índico meridional), los ciclones tropicales ocasionan todos los años numerosas víctimas, situaciones críticas y cuantiosísimos daños materiales. Consecuencias tan desastrosas resultan, en combinación con su lento desplazamiento (20-30 Km/h), de los violentos vientos asociados a los mismos y de las anegaciones producidas por intensos diluvios y, sobre todo, a causa del fortísimo oleaje que cabalga sobre la pleamar.

Vistos los mecanismos no puede extrañar que la escala de peligrosidad de Saffir-Simpson maneje como referencias esenciales la velocidad del viento y la altura de las olas. Diferencia hasta cinco categorías, con los umbrales siguientes: 1ª, vientos de 119 a 153 Km/h y olas de 1,5 a 2,0 m; 2ª, 154-177 Km/h y olas de 2,0 a 2,5 m; 3ª, 178 a 209 Km/h y olas de 2,5 a 4,0 m; 4ª, 210-249 Km/h y olas de 4,0 a 5,5 m; y, por último, la 5ª se reserva para ciclones donde los vientos alcanzan o superan 250 Km/h, con olas de altura superior a 5,5 m.

Aunque, como se ha dicho, las grandes inundaciones son efecto, esencialmente, de las llamadas "olas del ciclón", es preciso recordar asimismo la contribución no desdeñable de la lluvia, ya que cerca del núcleo de la perturbación se "abren las cataratas del ciclo" y arrojan alturas de precipitación muy elevadas, a veces superiores a 500 mm en unas horas.

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miércoles, 5 de septiembre de 2007

Nombres ciclones tropicales

Nombres de los ciclones tropicales

Los ciclones tropicales son conocidos con nombres diversos en las distintas áreas afectadas, por más que los de huracán y tifón resulten, con diferencia, las de mayor difusión. El primero, con carta de naturaleza en el Golfo de México y Caribe, es también el de uso más frecuente en el mundo occidental, su etimología es mayor, relacionado con la voz Juracán (Corazón del Ciclo), denominación de la Trinidad divina de los mayas guichés. Por su parte, chinos y japoneses hablan de tifones, de manera que éste es el término empleado por mayor número de personas; alude a los vientos de gran velocidad asociados al ciclón, ya que el vocablo japonés Tai-Phon significa, literalmente, viento fuerte. En el Golfo de Bengala, indios y pakistaníes, por influencia occidental, los llaman tornados, sin confundirlos, por supuesto, con el otro tipo de perturbación más localizada e intensa a la que se aplica, con carácter general, esta designación. Todavía en el ámbito asiático, los filipinos dicen baguíos a los ciclones tropicales.

Además de la generalizada de huracanes, no faltan otras designaciones en el Atlántico americano septentrional, como el de alisio reforzado en las Bahamas o cordonazo de San Francisco en América Central, expresión esta última tradicional entre los navegantes, para aludir a la mar arbolada y mar de gravísimo peligro ocasionadas por los ciclones tropicales a finales de septiembre y comienzos de octubre.

Por último, en el Índico Meridional se conocen por ciclones de Mauricio, en referencia a estas islas, donde se practicaron observaciones pioneras de estas perturbaciones, nombradas como tropical cyclone en Australia, con abandono progresivo de la inadecuada expresión willy-willy.

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